La nadadora uruguaya Margarita Kemayd, de 80 años, pasa varias horas de su día en el agua entrenándose con el fin de colgarse una nueva medalla de oro en el Campeonato Mundial Master FINA Gwangju 2019, que se disputará entre el 9 y el 18 de agosto.
Durante una entrevista con Efe en Montevideo, la deportista aseguró que, pese a la dificultad de las pruebas que afrontará en Corea del Sur, hacerlo a su edad para ella «no es ninguna novedad», porque en distintas competencias se ha encontrado con nadadores de 89 años, de 94 y hasta con un señor de 102.
Sin embargo, Kemayd considera que en Uruguay sí se la ve como un caso extraño, porque en su país «no hay una conducta deportiva o de actividades físicas después de determinada edad».
«Esa una de las cosas por las que yo acepto entrevistas, porque yo amo a la gente y me gusta que esta esté bien mental y físicamente, y estoy totalmente convencida que el deporte, no solamente la natación, te lleva a superarte mental y físicamente para mantenernos mejor a través de los años», comentó.
Actualmente, la deportista es parte de un proyecto llamado «Mi abuela al mundial», llevado adelante por su nieta y avalado por la Secretaría Nacional del Deporte (SND) de Uruguay, para que el Estado «se haga cargo, en lo posible, de la forma de llegar a que la gente se incentive para hacer deporte más allá de su edad».
Su amor por las actividades físicas la lleva a entrenarse «muy fuerte» en el club Remeros, ubicado en Salto (norte del país), departamento donde nació en 1939.
Allí, se tira a la piscina dos veces por día buscando mejorar sus tiempos para la carrera de 3.000 metros en aguas abiertas, en la que ella compite y que va a ser «la más brava» del Mundial.
Pese a eso, la uruguaya ya sabe lo que es ganar esa disciplina, ya que lo hizo de manera «cómoda» durante una competición en Cuba en una hora y 50 minutos, y en los Juegos Máster de Auckland.
En la competición neozelandesa, agregó a su especialidad la presea dorada en 100 metros espalda.
Sin embargo, Kemayd subrayó que para ganar en Gwangju deberá bajar su tiempo en unos 20 minutos lo que «no es poca cosa».
«Hago 1.000 de corrido, luego paro, un descanso, hago unas cuantas piletas de 100, luego de 50 y así lo voy llevando para poder bajar los tiempos en los 3.000 metros. Lo voy a intentar. No tengo la seguridad de lograrlo, depende mucho de la calidad del agua en la que vaya a nadar», puntualizó.
Siguiendo su ejemplo, muchos familiares también optaron por el deporte como parte de su vida.
Una de estas es su hija Leticia, que fue campeona sudamericana. A ella la llevó a nadar desde chica y dice que de ella aprendió sus técnicas, aunque enfatizó que aún debe perfeccionar su patada.
Respecto de esa afirmación, Leticia, quien la acompañaba durante la entrevista, remarcó que es normal, porque Margarita «se quiere superar todos los días».
«Uno se sorprende, todo el mundo te felicita, pero como yo la tengo a mi lado se la energía que tiene. Es algo común porque todos los días vivimos con ella, pero es increíble», enfatizó.
Además, explicó que su madre va a nadar al mediodía o «con frío de noche» cuando a veces hasta a ella le da pereza.
Otros familiares vinculados al deporte son sus nietos, quienes también optaron por el agua, pero en otra disciplina deportiva: el canotaje.
«El agua es mi pasión, me encanta, el agua siempre es un imán», concluyó la nadadora, quien a sus 80 años continúa trabajando como vendedora de seguros y sueña con colgarse otra medalla de oro.
Santiago Carbone (EFE)
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