En lo profundo de un antiguo batallón militar uruguayo, donde solo parecería haber lodo, agua y árboles, reposa el cuerpo de quien se presume fue un detenido desaparecido en la dictadura cívico-militar (1973-1985) y le devolvió una luz de esperanza a quienes buscan respuestas desde hace décadas.
Entre lágrimas, abrazos, risas y tristeza se desarrolló una larga jornada en la que un cuerpo, que de momento no tiene nombre ni sexo, le dio una cuota de motivación a gran parte de la sociedad uruguaya que lucha por encontrar a sus desaparecidos.
Este gigantesco sitio militar, en donde ya se halló el cuerpo de un detenido desaparecido en 2005 (el militante comunista Fernando Miranda) reveló, por segunda vez, los restos óseos de una persona que, de momento, no ha sido identificada.
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Este miércoles, horas después de que en la noche de ayer se anunciara el descubrimiento, comenzó con las puertas del Batallón 13 colmadas por la prensa que buscaba saber más sobre lo sucedido.
El fiscal especializado en Delitos de Lesa Humanidad, Ricardo Perciballe, que fue el primero en llegar -además de los antropólogos que nunca se fueron del sitio- confirmó que el hallazgo se trataba de un cuerpo completo pero que todavía no había sido identificado.
«La relevancia es que se encuentra un cuerpo, que es algo muy importante para los familiares. La identificación da cierta tranquilidad a los familiares y una esperanza de que se sigue trabajando en un tema muy sensible», dijo a la prensa el fiscal.
La ansiedad de los familiares de desaparecidos fue tal, que al mediodía ya tramitaron en la Justicia uruguaya para poder ingresar al batallón para, al menos, poder ver de cerca los restos óseos.
Cuando todo parecía normal, con los vehículos del Poder Ejecutivo que trasladaron a los integrantes de la organización Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos para hacerlos ingresar al Batallón, los militares se negaron ya que debería ser la jueza quien los autorizara personalmente.
Si bien los 15 o 20 familiares que había en el lugar debieron esperar una hora y media para poder entrar, nada se comparaba con las décadas que llevan aguardando por ver algún hueso que les de una pista del paradero de sus seres queridos.
La prensa fue la última en ingresar, las autoridades militares del lugar no querían pero la jueza Isaura Tórtora finalmente autorizó la entrada de periodistas, camarógrafos y fotógrafos.
El lugar estaba alejado, el traslado debió hacerse en autobús e igualmente el vehículo no pudo ingresar en los metros finales porque el barro dominaba el lugar.
La claridad de la tarde montevideana se oscureció de repente entre los árboles y rincones en los que el cuerpo fue encontrado.
Allí, el equipo de antropólogos -formado por 11 personas- daban los últimos pasos para terminar de sacar el cuerpo de esta persona.
En la tierra estaba únicamente el cráneo, trozos de una camisa, las manos sobre el pecho y un fragmento de la pelvis que todavía no habían sido retirados.
La antropóloga Alicia Lusiardo, coordinadora del Grupo de Investigación en Arqueología Forense del Uruguay, fue quien detalló a la prensa los detalles y contó que esta zona «ha sido siempre de interés».
«Ayer tuvimos el primer indicio que podíamos estar frente a un enterramiento, teníamos un fragmento de cal muy importante que se desprendió con el trabajo de la retroexcavadora, y ahí se trabajó con material fino», narró la antropóloga.
Los cuerpos cubiertos de cal son el factor común entre todos los que se han hallado en estos años en diferentes recintos de las Fuerzas Armadas uruguayas.
«Es un patrón de enterramiento que se repite, individuales, completos, con mucha cal por encima y entre 80 centímetros y un metro de profundidad», acotó.
Esta búsqueda lleva siete años de trabajo constante de este equipo que, lejos de quedarse conforme, usará este cuerpo como un trampolín para encontrar al resto de los 200 desaparecidos -entre los que hay hombres, mujeres y niños-.
Más allá de la emoción que Lusiardo y su equipo sienten, la antropóloga enfatizó que esto comprueba que, pese a los datos inciertos y a la falta de pistas, lo único que da resultados «es el trabajo sistemático día a día» aunque lleve años.
Las capturas a estas personas no solo ocurrieron en Uruguay sino también en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile y Paraguay en el marco de lo que se conoce como el Plan Cóndor.
En el sitio también estaba la jueza Tortora quien explicó a la prensa que el cuerpo quedará en custodia de Presidencia y se enviará una muestra a un laboratorio en Argentina, donde hay una nómina para poder «cotejar el ADN».
Los familiares se retiraron sin hacer declaraciones, con rostros serios y lágrimas en sus mejillas pero con la tranquilidad de que uno más, probablemente, ha sido encontrado.
Ahora, solo resta esperar los resultados, tener los detalles finales sobre la persona encontrada para avanzar un paso más hacia la búsqueda de verdad y justicia que los uruguayos tienen pendiente desde hace ya 34 años.
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