Por Concepción M. Moreno
Estallido social en Chile, problemas económicos en Argentina, crisis institucional en Bolivia, Venezuela en medio de un conflicto encallado, populismo de ultraderecha en el Gobierno de Brasil, Ecuador y Perú con situaciones de inestabilidad hace unos meses… ¿Puede hablarse de la excepción uruguaya?
Más allá de los mensajes que inundaron recientemente las redes sociales hablando sobre el «quilombo» instalado en Sudamérica, del que solo se salvaba la «granja de hippies de la banda oriental», en alusión a la calma del pueblo uruguayo, es cierto que el sentido republicano (en el estricto significado de la defensa de la ‘cosa pública’) y el perfil bajo integran su idiosincrasia.
Así es Uruguay, el país que aún vive del recuerdo futbolístico del «Maracanazo»; donde los famosos pueden pasear por las calles sin que la gente los moleste -porque «nadie es más que nadie», como suele repetir una de sus figuras políticas, el expresidente José Mujica; la tierra que aún reivindica como propia la figura de Carlos Gardel; y que apura sus horas entre charlas con termo y mate.
LA CULTURA DEL DIÁLOGO
La tradición democrática y el respeto institucional son pilares fundamentales en este país, donde los dos partidos tradicionales, el Partido Colorado (PC) y el Nacional (PN), nacieron casi al tiempo que la nación -datan de 1836 y jamás cambiaron de denominación ni se fragmentaron-.
El tercero en discordia, que es el que ha gobernado de manera consecutiva desde 2005, el Frente Amplio, es muy posterior, pero suma ya casi medio siglo de existencia. Esta coalición se fundó en 1971 para unir las distintas familias de la izquierda bajo una sola denominación.
«Hay una estabilidad. Con sus luces y sus sombras, todos los partidos políticos -blancos (PN), colorados y las izquierdas- fueron muy sólidos», explica a Efe Mónica Maronna, profesora de Historia de la Facultad de Información y Comunicación (FIC) de la Universidad de la República (Udelar).
Maronna basa en ello su explicación de la novedad que supone el caso del exmilitar Guido Manini Ríos, quien «por primera vez en la historia se presenta por fuera de los partidos (tradicionales) y saca tantos votos», como ocurrió en la primera vuelta, en la que cosechó un 10 % de apoyos y logró entrar en el Parlamento.
Cabildo Abierto, la formación de Manini, es una de las que ahora compone la «coalición multicolor», como la denomina el candidato del PN, Luis Lacalle Pou, que reúne a casi toda la oposición para intentar derrotar al aspirante del FA, Daniel Martínez, en la segunda vuelta.
Según Antonio Pereira, también profesor de Historia en la FIC, Uruguay siempre ha tenido una «política de pacto social», por la que los grupos siempre «llegan a acuerdos básicos», como fueron la Constitución de 1919, ya que en ese momento «nadie quiere que no haya una nueva» para sustituir a la original de 1830, o «la salida de la dictadura» (1973-1985), que, dice, «es pactada».
Esa predilección por el diálogo ha situado en los últimos tiempos a Uruguay en diversos foros internacionales como mediador, por ejemplo, en la crisis venezolana.
Para Maronna, el «peso de los partidos políticos» es fundamental para que en Uruguay haya «estabilidad» y Pereira sugiere que «hay una cuestión de escala» en el país, que «le hace dirimir ciertos conflictos de manera republicana» y que asuntos graves, como la crisis económica de 2002, se resuelvan con la unidad de todas las fuerzas en pos de un bien común.
CALMA, TODO ESTÁ EN CALMA
«Calma, todo está en calma» es uno de los versos del cantautor uruguayo más universal, Jorge Drexler, para su canción «La edad del cielo» (1999). Y ese lema parece acompañar los pasos de esta campaña electoral, pese a que para muchos analistas ha sido la más crispada de los últimos tiempos.
La corrección política, el civismo y una educación inusuales en otros rincones del planeta han dominado el debate público e, incluso, los dos ‘cara a cara’ entre los candidatos a la Presidencia han sido de guante blanco.
«Que me digan ‘qué lindo que es hablar con un uruguayo porque el uruguayo habla pausado, habla lento, se toma el tiempo para hablar, habla como un poeta; son 3 millones de Galeanos’. No somos poetas en Uruguay, acá en Uruguay nos pisamos las pelotas», declamaba la murga Agarrate Catalina en su cuplé «Los charrúas», del carnaval de 2010.
El humor y la ironía, elementos fundamentales de uno de los momentos estelares del año en Uruguay, herencia directa de las chirigotas de Cádiz, marcan el final de la estrofa, pero no dejan de retratar la quietud y la tranquilidad que caracterizan a Uruguay, algo que puede traducirse en cierta inacción -incluso en momentos como el actual, en que los precios de la vida diaria son elevados-.
EL PAÍS DEL ANONIMATO
A los uruguayos les encanta presumir de que cualquier famoso puede pasearse con tranquilidad por las calles de su país sin ser molestado. Unos dicen que la gente tiene derecho a su intimidad. Otros, simplemente, que nadie es más que nadie.
Esa frase ha sido muy utilizada por Mujica, el personaje político más relevante de los últimos años. Este exguerrillero, que presidió Uruguay entre 2010 y 2015, ha sido uno de los mayores ‘culpables’ -junto con los futbolistas que triunfan en varias ligas del mundo- de que los extranjeros sitúen en el mapa al país suramericano, entre otras cosas, por su alejamiento de los protocolos.
En Uruguay él es uno de tantos políticos, escritores, músicos o actores que pueden caminar por la rambla, comprar en un supermercado o sentarse en un café sin que haya seguridad alrededor ni barreras físicas para acercarse a ellos. Casi nadie lo hace, salvo en el caso de Mujica, que es requerido siempre para fotografías.
Keanu Reeves alquiló una moto y recorrió las rutas uruguayas, Paul McCartney montó en bicicleta por la rambla o Edinson Cavani viaja habitualmente a Salto, su ciudad natal, en autobús de línea como antes de ser un jugador multimillonario.
No parece, con estos ingredientes, que Uruguay pueda contagiarse de la convulsión regional. No obstante, y citando de nuevo a la murga Agarrate Catalina, la de mayor proyección internacional, en un cuplé de 2006, «El fin del mundo»: «No se olviden, esto es Uruguay. El tiempo corre al revés. Hasta el fin del mundo va a llegar acá varios años después».
(EFE)
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