Por Santiago Carbone
Emilio Obelar sabe bien lo que es estar mucho tiempo dentro del mismo lugar. Y, además, en el fin del mundo. Por ello, el jefe de la Base Científica Antártica Artigas (BCAA) insiste en la importancia de rememorar recuerdos felices y mantener la mente despejada para superar el confinamiento al que se enfrentan ahora millones de personas en todo el mundo.
En una entrevista telefónica con Efe, desde la Isla Rey Jorge, en el archipiélago antártico de las Shetland del Sur, uno de los pocos lugares del mundo libres del coronavirus, Obelar cuenta los detalles de cómo vive un grupo de uruguayos esta situación.
A 3.000 kilómetros de Montevideo, las noticias llegan a la base por televisión e internet a la misma velocidad que a cualquier casa de Uruguay, por lo que las 19 personas que están en ese recinto están al tanto de todo y se comunican periódicamente con sus familias.
LA CUARENTENA: UNA FORMA DE VIDA
El hecho de quedarse adentro es algo a lo que los «antárticos»‘ están más que acostumbrados. No obstante, Obelar subraya que en su caso es distinto, porque el tiempo libre lo complementan con trabajos en los talleres.
Además, el resto del día las actividades que practican en la BCAA son variadas y se llevan a cabo en un confortable comedor en el que no faltan naipes, juegos de mesa y una increíble vista hacia una bahía en la que pingüinos y ballenas son moneda corriente, algo que pudo comprobar Efe durante su visita a ese lugar en enero.
«Está la inventiva de cada uno de organizar juegos, leer libros, mirar series y películas entre todos», puntualiza el jefe de la base.
Asimismo, Obelar resalta que por las comodidades que tiene la BCAA, pueden organizar campeonatos de billar o tenis de mesa, algo que sirve para que la gente se mantenga «con la mente despejada».
«La experiencia nuestra es estar todos juntos, unidos y hacer caso a las normas que se establecen. Tenemos una guía de Tratado Antártico para seguir y después tratar de ocupar el tiempo», apunta.
Por otro lado, el jefe de la base cuenta que los sábados por la noche se reúnen a comer pizza y escuchar música y los domingos al mediodía hacen asado o pasta, como el domingo 29 de marzo, cuando almorzaron los tradicionales ñoquis.
De esta forma, los uruguayos pasan sus días lejos de su país y de sus compatriotas para los que tienen un mensaje claro: no abandonen sus domicilios.
«El consejo es que se adapten a las normas que establece el Gobierno y el Ministerio de Salud Pública, y que se mantengan en su casa lo que más puedan», señala Obelar, quien agrega que las llamadas, los mensajes, las fotos y el recordar buenos momentos del pasado son una excelente forma de acercarse a los seres queridos.
UN FRÍO BAJO CERO
Lejos del calor que hay en Uruguay (en torno a los 23 grados centígrados en estos primeros días del otoño austral), la Antártida vive jornadas de frío típicas del invierno que se aproxima.
Pesa a esto, Obelar cuenta durante la llamada que allí el día «está lindo», pese a que apenas hay un grado.
Esto se debe a que una semana atrás, la BCAA registró una temperatura de menos siete grados centígrados con una sensación térmica de 23 grados bajo cero y vientos de 130 kilómetros por hora.
Además, y como es normal en esta época, la nieve ya apareció en la isla, aunque las lluvias de los últimos días se encargaron de borrar casi todo el color blanco, que aún resalta en las grandes piedras de hielo que flotan frente a la base.
UNA VUELTA DEMORADA ANTE CORONAVIRUS
Hasta el momento, la BCAA está siendo habitada por 19 personas, entre quienes se encuentran los integrantes del grupo de trabajo y la dotación de verano, que tenían marcado para los primeros días de abril su retorno a Montevideo en una operación que sufrió complicaciones.
Según relata Obelar, el vuelo que iba hacer el Hercules C-130 de la Fuerza Aérea Uruguaya fue suspendido, porque la nueva directiva del Tratado Antártico apunta que, antes de ingresar al continente, hay que mantener 14 días de cuarentena y someterse a la prueba del coronavirus, algo que los uruguayos debían hacer en Punta Arenas (Chile).
Esto, teniendo en cuenta que el avión está haciendo vuelos humanitarios para repatriar a uruguayos que aún se encuentran en el extranjero, es imposible en este momento y las opciones de salida pasan por abordar un avión brasileño o una postergación.
Hasta que eso suceda, estas personas vivirán también una especie de cuarentena en la que los juegos, la comida, internet y la televisión ayudarán a hacer más llevadera la estancia en un lugar remoto, pero al que no falta nada para sentirse como en casa.
(EFE)
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