Por Elio García
Distintos actores políticos -algunos incluso ya fuera del ruedo- siempre cuestionaron que el dinero recaudado por impuestos en Carmelo no terminaba en la ciudad, en esa relación cantidad – obras.
Más allá de la vigencia de ese debate que curiosamente no aparece en la agenda de temas, lo cierto es que durante dos períodos Carmelo ha tenido la posibilidad de gestionar dineros públicos y traducirlos en obras. En diez años y con gestores diferentes no hubo visiones encontradas sobre qué hacer y cómo hacerlo. Por el contrario hubo unanimidades.
Todas las obras públicas realizadas en Carmelo, gestionadas por el Municipio, fueron votadas por unanimidad. Cada vez que hemos consultado a la oposición sobre la ausencia de miradas críticas en alguna obra que incluso han llegado a ser cuestionadas, hoy se nos dice que se debió a negociaciones y a textual: «tranzar» a cambio de otras cosas que se dieron.
Nadie, desde la oposición, nos ha largado el mínimo dato sobre qué se tranzó y concretamente esas negociaciones entre cuatro paredes que aportaron en definitiva a la calidad de vida de los carmelitanos.
Pero más allá de estas circunstancias, lo importante es conocer cómo se administró el dinero en nuestra localidad, qué impacto tuvo en obra pública, cuáles son los desafíos, ya que ahora y desde hace diez años hemos tenido la posibilidad en manejar presupuesto y ejecutar obra.
Y aquí surge una oportunidad para debatir, uno percibe que el sistema político local ha tenido un grado de conformidad en el manejo de los dineros públicos y en los destinos que se le dieron. No hay reproches.
Tengo plata
Sabemos que el origen de ese dinero viene por diversas vías y programas, pero ya tenemos información objetiva sobre cómo y en qué gastamos en inversión pública aquí en Carmelo.
En base a esa experiencia ¿tenemos el expertise para administrar la totalidad de los impuestos que se recaudan en nuestra ciudad?
La información objetiva obtenida por nuestro trabajo periodístico, el tratamiento histórico de muchos temas vinculados a inversión local, nos indican que todavía estamos lejos de adquirir y disponer de las herramientas técnicas, del conocimiento científico y fundamentalmente de la consolidación de liderazgos políticos que nos permita esa «autonomía».
Estamos lejos porque no hay liderazgos, tampoco hay debate sobre los desafíos de la ciudad y en los programas presentados hay generalidades e intenciones, pero no procesos y sistematicidad en gestión urbana.
Hay ideas -por ejemplo- que no tienen evaluado el costo de obra. Por tanto se hace difícil repreguntar al candidato el contexto estratégico de esa medida y su impacto por lo menos en las finanzas públicas, y menos en el objetivo que se persigue de ciudad.
Estamos lejos de construir autonomías y por el contrario pienso que necesitamos ayuda, establecer puentes con otros gobiernos e instituciones.
Ningún programa de gobierno serio se construye en seis meses y en ese tiempo el Coronavirus cambió cualquier idea urbana, porque hoy nuestra movilidad es distinta, los espacios cambiaron, el trabajo, la educación, la vida social, el tiempo libre recibieron un golpe en sus estructuras de funcionamiento como nunca antes vimos.
Estamos viviendo en otro tiempo las cosas que nos suceden en este tiempo.
¿Cómo planificar el mañana si no tenemos certeza del hoy? Vivimos con perillas que se abren y cierran de acuerdo a la realidad del hora a hora.
Estas preguntas, dudas y reflexiones creo que pasarán de largo en las próximas elecciones municipales, pero sin lugar a dudas tendrán su impacto en aquellos gobernantes que la ciudadanía elija.
Antes que hacer cosas hay que pensarlas.
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