Por Elio García
Cada vez que alguien desde el anonimato rompe un vidrio, unas luces, destroza bancos y rompe baldosas.
Cada vez que alguien sale con su mascota dejando la mierda en la vereda sin importar nada.
Cada momento donde pasan esas situaciones casi todos decimos las mismas cosas.
Nadie dice algo distinto que movilice como un gol de una final del mundo. Que sea una cachetada sensible para mover las fibras de la pasión.
Porque Carmelo es nuestro y no es una frase vacía.
Son tus viejos, tus hermanos, tus amigos, abuelos, tíos, sobrinos, vecinos.
Ahora mismo imagino a uno de tus padres haciendo equilibrio y malabares, sosteniendo tus primeros pedaleos en la plaza aprendiendo andar en bicicleta. Seguro que tenés como recuerdo alguna historia así.
Carmelo son las empanadas de la abuela o las tortas fritas aquellas en un día de lluvia que los vecinos preparaban en la barriada.
Son todas las conversaciones que has tenido en tu vida ya sea en tu casa, en la calle, en un comercio, en la escuela o donde sea. Son todas tus anécdotas. Absolutamente todas tus rabietas y alegrías.
Es la comisión del baby. La camiseta transpirada que vuelve a tu casa y que hay que limpiarla para el próximo partido.
Carmelo es ver el embalaje final en la Vuelta Ciclista llegando el pelotón a la Plaza Independencia y colándose entre los primeros un carmelitano.
Es el primer beso largo detrás de un árbol, es la Playa Loca, la moto que nunca llegaba, el mirarnos a través de los autos los domingos en la playa o sacar una foto al sol escondiendose en el horizonte.
Carmelo tiene olor a tilo, sabor a vino y para llegar gira el puente.
Es el patio de la escuela. La escalera del liceo 1, los árboles de la Utu y no se me enoje compadre que no me da la tinta para nombrar a todos. Es un día de invierno en la plaza mostrando una embarcación de fibra de vidrio entre alumnos y profesores de la Ercna.
No tengan dudas, aquí esta el acento en sentir nuestro territorio, el lugar de donde muchos nacieron, es el orgullo de expresarte y de pertenecer a este sitio. De extrañarlo si te vas y de emocionarte si estas volviendo.
¿Cómo podes romper el lugar de tus sueños?, ¿por qué destrozarlo?, ¿dónde esta el orgullo de sentirte un carmelitano?
Dicen que poner huevo es una expresión machista, pero también algunos la definen como poner todo aquello que se debe, hasta el último aliento, sudando la camiseta y no dar por perdido nada.
En consecuencia, preguntar si el vandalismo se termina con mano dura o represión es un absurdo, es evidente que Carmelo precisa otra mirada que incluya a quienes por diversos motivos no se sienten parte de la comunidad.
No faltará el que responda alguna pavada. Las redes sociales son así.
Pero uno llega a ser alguien por sus amigos, docentes, familiares, vecinos y todos esos intangibles que nos hacen tener orgullo de vivir en este lugar.
Una lágrima muchas veces interpreta tus sentimientos más caros. Hay mucha gente que necesita ayuda. Pero un rostro con sonrisa moviliza.
Tenemos que ponernos de acuerdo en todas las cosas que nos unen.
Tenemos que terminar con eso de «turros» y «chetos», sentir que esa medalla de campeones de lo que sea es producto del acento carmelitano, pero también que el banco que destrozan en la plaza nos pertenece a todos.
Hay que buscar lo bueno, sea un chorizo al pan de un carrito o un dulce caro del hotel más coqueto de la comarca. Que entre ambos exista un diálogo pero además orgullo por hacer y pertenecer.
Que salir a la calle nos infle el pecho. Que todo sea una fiesta.
Te espero en la calle. Dale.
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