Por Rodrigo García Melero
El 10 de febrero de 1926, Buenos Aires se vestía de fiesta para recibir al Plus Ultra, primer avión que logró culminar el trayecto entre Europa y Sudamérica. Hoy, 95 años después de la hazaña, el aparato, donado a Argentina por el rey español Alfonso XIII, pervive en un museo argentino donde varios expertos trabajan para que el paso del tiempo no apague su brillo.
«Explotaban las calles, el tránsito, las multitudes… La gente había tomado lugar en la costanera norte de la ciudad. El día 9 ya se habían alistado ahí con sus reposeras disfrutando de la noche veraniega para recibir al Plus Ultra», cuenta a Efe Santiago Garibotti, piloto desde hace 35 años y uno de los encargados de las tareas de conservación de la máquina, un hidroavión Dornier Wal, en el Museo del Transporte de la ciudad bonaerense de Luján.
En aquellos años de incipiente desarrollo de la aviación, este hecho marcó un hito histórico y político para el orgullo de España y conmovió a la sociedad argentina: multitudes observaron emocionadas el arribo, muy simbólico para los miles de inmigrantes españoles e italianos que desde tiempo atrás fueron llegando en barco a los puertos de Buenos Aires en busca de un futuro mejor.
«Ya España no tenía más colonias en América y era una forma de demostrar a los que pensaban en el mundo que era un país atrasado, e hicieron eso para levantar la autoestima española», añade Garibotti, un apasionado de la aviación y la historia.
Una aventura de envergadura que hasta se convirtió en tango en la voz del mismísimo Carlos Gardel: «Salió el Plus Ultra con raudo vuelo, mirando al cielo rumbo a la ciudad del Plata. El orbe entero se ha estremecido y el entusiasmo en todas partes se desata», cantaba la máxima estrella de la época.
Paradójicamente, el cantor grabó «La gloria del águila» pocos años antes de que un accidente aéreo se lo llevara para siempre en 1935.
LOS DETALLES DEL VUELO
Con el comandante Ramón Franco -hermano de Francisco, posterior dictador- al frente del proyecto y el aval de la dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923-1930) y el propio Alfonso XIII, el hidroavión despegó el 22 de enero de 1926 de la localidad española de Palos de la Frontera, el mismo lugar desde el que había partido Cristóbal Colón cuando en 1492 descubrió América.
De tecnología alemana pero fabricado en Italia, el Plus Ultra (Más allá, lema de España) tuvo, además de Franco, otros tres tripulantes: el capitán Julio Ruiz de Alda, el teniente de navío Juan Manuel Durán y el mecánico Pablo Rada.
También el fotógrafo Leopoldo Alonso, que viajó sólo hasta Las Palmas de Gran Canaria, primera de las seis escalas (las otras fueron Cabo Verde, Fernando de Noronha, Recife, Río de Janeiro y Montevideo) de un vuelo de 10.270 kilómetros que duró casi 60 horas y es considerado el primero entre Europa y el Atlántico Sur hecho con un solo avión.
Ya en 1922, los portugueses Gago Coutinho y Sacadura Cabral habían hecho la primera travesía a Suramérica, pero con tres aviones diferentes.
COMO HÉROES
El del Plus Ultra no fue un vuelo sin contratiempos, pero sus aviadores solucionaron los percances con increíbles historias durante toda la travesía, que estuvo escoltada por dos barcos para auxiliar en caso de accidente. Ya en tierra, fueron recibidos cual héroes en sus paradas en Brasil y Uruguay y en Buenos Aires.
En concreto, tras amerizar en el río de la Plata, el acogimiento de los argentinos fue «apoteósico, con las puertas del comercio cerradas y de muchas fábricas», recuerda la Real Academia de la Historia. Seguidamente, los aviadores fueron agasajados en la Casa Rosada por el presidente Marcelo Torcuato de Alvear e hicieron una gira por ciudades del interior.
«Lo cuento y me da un poco de escalofríos. Me hubiera gustado vivir ese momento en que llega esta máquina, que realmente cambió la historia del mundo y sobre todo de la comunicación», cuenta a Efe Viviana Mallol, directora del Complejo Museográfico Provincial «Enrique Udaondo», donde pasa sus días el popular hidroavión.
A pesar de que Ramón Franco pretendió extender el viaje a otros lugares de América, Madrid no lo autorizó y Alfonso XIII decidió donar el Plus Ultra a Argentina, donde aún aguantó un tiempo más como transporte de correo.
«Al museo llega cuando quedó en desuso, cuando la Armada decide donarlo en 1934. Udaondo, que fue el fundador del museo, fue pionero en incorporar este tipo de elementos en los museos», afirma Mallol.
LOS ÚLTIMOS AÑOS
El mítico avión de hélices, de 22,5 metros de envergadura y 17,2 de longitud, fue sometido a una restauración en España en la década de 1980, y se hizo una réplica que está en el Museo del Aire de Cuatro Vientos, en Madrid. Pero después fue devuelto a Argentina.
Coincidiendo con la irrupción de la pandemia del coronovirus, tanto Garibotti como los también pilotos Cristian Gazali y Reinero Barral se prestaron voluntarios para, de forma solidaria, trabajar por la conservación del aparato.
«Le dimos unos toques de pintura donde accidentalmente se había saltado, siempre manteniendo el color del avión, e hicimos una limpieza completa y una puesta en valor», señala Garibotti sobre la nave, que ya no vuela -«los motores hace años que no se ponen en marcha», agrega- pero sigue luciendo en buen estado.
Peor fue el destino de los tripulantes del Plus Ultra: mientras Durán murió en un accidente de aviación al poco de regresar a España, Ramón Franco lo hizo en un vuelo de combate del bando sublevado en 1938, durante la Guerra Civil española, y Ruiz de Alda fue fusilado en 1936 por milicianos anarquistas.
Por último, Rada, que fue fiel a la República, murió en 1969 a los 77 años tras volver a Madrid, gravemente enfermo, luego de tres décadas de exilio en Venezuela.
EFE
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