Por Elio García
Carmelo es una ciudad muy ruidosa. El respeto por los demás, en todos aquellos que producen algún tipo de ruido en la vía pública es mínimo. Las ordenanzas municipales son incontrolables y la gente pasa literalmente de ellas. Desconocemos si hay algún expediente por ruidos molestos en curso, pero el problema ya trasciende los nombres: es social.
Hacemos ruido y parece que nos gusta mucho hacerlo. Lo provocamos con intención.
El tema viene a lugar por el énfasis puesto en la prohibición de uso y comercialización de pirotecnia sonora. Algo que incluso ha motivado una campaña de bien público y me parece muy bueno.
¿Pero cómo estamos con el ruido en general? Ese ruido cotidiano, de todos los días y todas las noches. ¿Cómo lo administramos?, ¿cómo lo permitimos?, ¿cómo lo generamos?. Demasiadas preguntas sin respuestas.
Existen varias vías para iniciar la batalla contra el ruido. La administrativa parecería ser la más natural.
El decreto de la Junta Departamental menciona al ruido desde la perspectiva de locales industriales, comerciales. Tiene un capítulo para el perifoneo y establece los horarios permitidos, que obviamente muchos no cumplen. Establece la responsabilidad en los departamentos de Arquitectura e Higiene y Servicios de la Intendencia, quienes se deben ocupar de los contralores e inspecciones correspondientes.
En términos generales no parecen efectivos los controles, tal vez no hay un trabajo sistémico que aborde la complejidad del tema. Porque insisto el ruido viene en aumento.
El ruido social está tan instalado que ya es parte de lo cotidiano, se ha naturalizado, lo dejamos entrar a nuestra casa, la contaminación acústica es un problema grave, sobre todo cuando se cuela en casa, en el sueño y la tranquilidad de las personas.
El ruido habla de nosotros, del respeto por el otro, de la importancia que le damos a convivir sin molestar. De la buena vecindad.
Cuando la perturbación excede los límites permitidos, deja de ser una cuestión de respeto y convivencia -aquello de no molestar al vecino en las horas de siesta- y entra en el terreno de la legalidad.
Si bien es cierto que la problemática de los ruidos molestos se arregla con educación, sería importante que quienes tienen dentro de sus funciones controlar el ruido social, lo hagan.
Para eso le pagamos el salario.
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