Por Prof. Carlos Fariello
De niño no comprendía mucho cómo era posible que esa noche siempre se cumpliera con el misterio de la llegada de los tres magos para todos, y en todo el planeta.
Después acepté que deberían llegar para todos aquellos que creíamos en ellos.
Mis conocimientos de geografía se iban incrementando cada año como también las preguntas que me hacía a mí mismo.
Consideraciones de tiempo y espacio, y otras cuestiones físicas quedaban al margen. Yo quería seguir creyendo y encontrarme cada 6 de enero al levantarme con algún regalo.
Siempre la espera fue larga y cargada de ansiedad, como toda espera, y daba sus frutos.
Buscaba su estrella y la encontraba pero, al final, me quedaba dormido.
Nunca los vi pero pude soñarlos y los tengo bien presentes.
Entre creer y soñar creo que lo segundo nos puede hacer seres sensibles y plenos, porque creer siempre nos puede dejar por el camino algún desencanto.
La noche de los magos fue siempre una noche de sueños, y así la tengo entre mis recuerdos.
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