Por Alejandro Prieto
«Un antes y un después» es la frase con la que colectivos LGBTIQ+ de Uruguay definen la aprobación de la ley de Matrimonio Igualitario, que, 10 años después, no solo es reconocida internacionalmente sino también símbolo de una transformación que legó «una mejor sociedad».
Es que, impulsada por las organizaciones sociales LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y trans), la norma sancionada el 10 de abril de 2013 colocó a Uruguay como el duodécimo país del mundo en permitir la unión civil entre personas del mismo sexo y el segundo en Latinoamérica, después de Argentina.
VISIBILIDAD Y APERTURA
«Que haya pasado toda una década de la aprobación es algo para celebrar y también nos recuerda de la importancia que tuvo la lucha por esta ley», señala en diálogo con EFE la presidenta de la organización social Ovejas Negras, Magdalena Bessonart.
Para la activista, si se mira al Uruguay de hace 15 años se encuentra un país en que era «muy poco» el reconocimiento de que existían personas no heterosexuales o no cisgénero, por lo que hubo que batallar para crear conciencia y ganar visibilidad.
En esa línea, según Bessonart, el debate que se generó en torno a la ley «desbordó» la conquista de que, independientemente de su género y su orientación sexual, toda pareja pudiera contraer matrimonio y trajo aparejada «una batería de políticas públicas» que implicaba «apertura» también en la atención en salud o la enseñanza.
Así lo destaca también el exdiputado Fernando Amado, que votó la norma por el entonces opositor Partido Colorado (PC) y quien asegura que si bien no ha pasado tanto tiempo, por entonces el debate aún giraba en torno a «la normalidad de la homosexualidad», algo que, cree, las mayorías sociales dejaron atrás.
«Una conquista como esta es sin duda el trabajo de años o décadas de movimientos sociales, partidos políticos y la ciudadanía, que se apoderó de esta discusión y logró un cambio», dice Amado.
UNA MEJOR SOCIEDAD
Para Martín Tierno, diputado por el Frente Amplio (FA), la coalición de izquierdas que, bajo la presidencia de José Mujica (2010-2015), gobernaba Uruguay y apoyó unánimemente el proyecto, en el retrovisor no hay otra cosa que la «tranquilidad» de haber dado el paso en la dirección correcta.
Protagonista de una foto que suele circular en las redes sociales, en la que levanta la mano para el voto junto al entonces diputado opositor y actual presidente, Luis Lacalle Pou, que, si bien luego declaró haberse arrepentido, no apoyó la norma, Tierno dice que los temores del conservadurismo se probaron infundados.
«Hablaban de que podía traerle a Uruguay perjuicios importantes, cosa que no sucedió», acota, quien remarca la importancia tanto de esta como de las demás leyes de la «agenda de derechos» impulsada durante los 15 años de Gobiernos consecutivos del FA, aborto, regularización laboral de empleadas domésticas y peones rurales.
Para Bessonart, los argumentos de detractores como la Iglesia Católica no son hasta hoy más que prejuicios «de una visión de la sociedad y las personas que es conservadora, retrógrada y no en línea con los derechos humanos».
Sin embargo, remarca, la ley probó que Uruguay apostaba «a la libertad e igualdad y no al encierro y el ocultamiento» y aportó a una transformación hacia un país con «una mejor sociedad».
LA LUCHA SIEMPRE PAGA
A lo que considera que el país suramericano tuvo «un avance muy fuerte desde el punto de vista social» a partir de la ley aprobada con el voto a favor de 71 de los 92 parlamentarios presentes en la sesión, Amado recuerda que esto no hubiera sido posible sin el «muy buen trabajo de concienciación y docencia social» de los colectivos.
Sin embargo, el exlegislador cree que no hay que subestimar el peligro de las «bastante solitarias» voces que, desde sectores políticos asociados a cultos evangelistas, «estriban en una concepción de familia tradicional».
Por su parte, Bessonart es enfática en su apoyo a quienes, en otras latitudes, todavía no cuentan con un marco legal que reconozca su derecho a ser y les pide «que no bajen los brazos» porque, aunque sea a la distancia, hay un respaldo del resto de las organizaciones LGBTIQ+.
«Obviamente que a veces es muy difícil y que tampoco podemos decirle a otras sociedades que hagan lo mismo que hicimos cuando son contextos distintos pero sí que la lucha siempre paga y la lucha en colectivo transforma la sociedad», concluye.
EFE
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