Por Àlex Gutiérrez Páez
Medio siglo después del golpe de Estado consumado en Uruguay de 1973, los sindicalistas de la época recuerdan la huelga general que surgió como respuesta a la represión y que despertó «la disciplina del trabajador uruguayo», con ocupaciones de fábricas y otras acciones de protesta con las que plantaron cara a la dictadura.
Fueron dos semanas en las que sindicalistas y universitarios se organizaron ante un descontento que surgió durante las administraciones de Jorge Pacheco Areco (1967-1972) y de Juan María Bordaberry (1973) y que culminó cuando llegó el golpe.
«Cuando había un conflicto, una huelga, nadie entraba a trabajar. No era algo escrito, pero se cumplía a rajatabla», dijo en una entrevista a la Agencia EFE Aurelio González, que en aquellos años trabajaba como fotógrafo para el diario de izquierda El Popular, órgano oficial del Partido Comunista.
EL VOCERO DEL SINDICALISMO
Sin las facilidades para comunicarse que existen ahora y las calles controladas por los militares, el papel de González, por momentos, fue el de recorrer Montevideo a escondidas con su cámara para ser el vocero de sus compañeros sindicalistas, que aguardaban la llegada del fotógrafo para saber qué sucedía más allá de sus lugares de trabajo.
«Tenía que ir a ciertas fábricas que estaban cercadas. Había que subir por un muro y muchas veces me tiraban una cuerda, subía el muro y entraba dentro de la fábrica y la gente me decía: «¿Qué pasa con el transporte?». Yo les explicaba que venía caminando y que transporte no había», recordó el fotógrafo, que ahora tiene 91 años.
Él fue precisamente uno de los encargados de dificultar el transporte de los militares, ya que fue uno de los ideólogos de los «miguelitos», unos hierros con filo y con punta cruzados que pinchaban las ruedas de los ómnibus -autobuses- y paralizaban el transporte.
Su ira con el golpe de estado fue desde el minuto uno, ya que se encontraba en el Palacio Legislativo durante la madrugada del 27 de junio, cuando aparecieron los primeros tanques fuera del edificio.
«Eso que vivimos 3,5 millones de habitantes, lo experimentamos de forma directa 40 o 50 personas: funcionarios, algunos senadores y yo», sostuvo González.
Sin embargo, a diferencia de la ciudadanía de a pie, en las esferas sindicales llevaban años tramando un plan -la Huelga General- por si el país vivía un golpe de estado.
«La huelga fue decidida 9 años antes como una medida hacia la cual trabajar. Fue preparada, transmitida, discutida en los lugares de trabajo y en asambleas internas y haciendo entender que libertades, derechos y constitucionalidad son una defensa total», señaló a EFE uno de los fundadores de la CNT, Daniel Baldassari.
SORPRENDIDO POR LA SOLIDARIDAD POPULAR
Echando atrás la mirada, al sindicalista aún le asombra la capacidad organizativa de tantos trabajadores que se cerraron en las fábricas para luchar por lo que creían justo.
«Eso significó resolver el problema de la alimentación de los ocupantes, de cómo familias y barrios populares acompañaron la huelga para arrimar cuestiones fundamentales como la comida», subrayó Baldassari.
Apuntó que, al principio, las fuerzas de seguridad visitaban determinados lugares que estaban ocupados y establecían algún tipo de diálogo, pero que a medida que fue pasando el tiempo, los militares «empezaron a cambiar el carácter».
«La represión fue en avance con la detención de gran número de trabajadores, de ir a lugares como la empresa de petróleo Ancap para desalojarla a través de la violencia física y armados con tanquetas», detalló el también secretario general de la Organización Nacional de Jubilados y Pensionistas de Uruguay (Onajpu).
PROBLEMAS QUE PERMANECEN
Después de 50 años, Baldassari indicó que el sindicalismo uruguayo ha trabajado para «trasladar a las nuevas generaciones de lo que fue aquello que no vivieron» y para que «nunca más haya una situación de esa en el país».
«Creemos que hay una base en el país y en los jóvenes que tiene que ver, por ejemplo, con la defensa de los derechos humanos, en cómo se incorporó ese tema al conjunto de la población», detalló quien fue uno de los fundadores de la CNT.
«Hoy hay una mayor sensibilidad por esos temas y todo eso que creemos que los jóvenes poco a poco se han ido incorporando y han ido recibiendo un relato que no vivieron», añadió.
Baldassari hizo hincapié en que, pese a tantos años, aún existen «problemas que permanecen», como «la explotación del trabajador, que la tecnología esté al servicio de todos y el derecho a discutir de manera tripartita», por lo que animó a los trabajadores a «mantenerse organizados». EFE
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